BREVE HISTORIA DE LA BRIOLOGIA EN ARAGÓN

El siglo XVIII

Durante las dos últimas décadas del siglo XVIII, Aragón vivió probablemente la etapa histórica más brillante de su botánica, con representantes como Ignacio Jordán de Asso, cuyas obras siguieron de forma muy temprana el sistema de clasificación de Linneo; Pedro Gregorio Echeandía, quien fue el primer profesor de la cátedra de Botánica de la Real Sociedad Aragonesa e impulsó la creación del Jardín Botánico en Zaragoza y Martín Sessé, responsable de la Expedición Botánica de Nueva España y creador del primer jardín botánico en toda América, el de Ciudad de México.

Las dos primeras obras tanto de la Briología aragonesa como de la española son precisamente las de Ignacio Jordán de Asso (Zaragoza, 1742-1814) (Asso 1779 y 1981). En la primera de ellas, se citan doce especies (diez musgos y dos hepáticas) provenientes de la provincia de Teruel (Tronchón, Albarracín, Orihuela del Tremedal, Palomita), mientras que en la segunda se relacionan 16 especies (quince musgos y una hepática) procedentes todas ellas de la sierra de Guara (Huesca). Aunque los especímenes que dieron lugar a estas publicaciones lamentablemente no se han conservado y no pueden por lo tanto ser revisados y comprobados, se trata en general de especies comunes, cuya presencia está bien contrastada en la actualidad, por lo que, salvo alguna excepción, pueden considerarse datos válidos. El siglo acaba con estos dos trabajos y un catálogo que incluía, por lo tanto, 28 especies registradas para Aragón.

Aunque su obra nunca fue publicada y sólo apareció una sinopsis de la misma en 1861, también debe mencionarse aquí el trabajo de Pedro Gregorio Echeandía (Pamplona 1746 - Zaragoza 1817) (Echeandía 1861). Este autor incluyó en su Flora Cesaraugustana diez especies de briófitos (nueve musgos y una hepática) recogidas en el término de Zaragoza. La identidad de al menos una de estas especies es muy dudosa, lo que no resta en absoluto mérito a su aportación. El manuscrito de su Flora Cesaraugustana fue subastado públicamente tras su muerte y desapareció; tan sólo años más tarde, Manuel Pardo Bartolini recogió y publicó una sinopsis de esta obra cedida por un discípulo de Echeandía, Rudesindo Lozano, que es lo que ha llegado hasta nosotros.

A pesar de que bajo la óptica de nuestros días, su aportación parezca escasa, es de destacar por un lado, el hecho de que estos dos autores, en un tiempo en que el estudio de las mucho más conspicuas plantas vasculares estaba apenas comenzado, no desdeñaran aquellos briófitos que encontraron, práctica habitual en muchos botánicos de la época y posteriores, y por otro lado, lo moderno de sus investigaciones al haber adoptado con gran prontitud el por entonces reciente sistema linneano.

El siglo XIX

En Aragón, en la primera mitad del siglo XIX se suceden los infortunios en el campo de la Botánica, muy afectada por los conflictos del país. No sólo es de lamentar la pérdida de los manuscritos de Echeandía, sino también de su herbario durante la destrucción del recién creado Jardín Botánico de Zaragoza durante los sitios de Zaragoza. La cátedra de Botánica de la Real Sociedad Aragonesa (que se impartía por Echeandía y Francisco Otano de forma gratuita), creada en 1797, sufrió también las consecuencias de la guerra.

La Guerra de la Independencia truncó la continuidad del próspero final del XVIII en Aragón. Fue necesario esperar más de medio siglo hasta la aparición de los próximos trabajos con menciones de briófitos realizados por botánicos aragoneses, en concreto, los de Francisco Loscos Bernal y Manuel Pardo Sastrón.

Fue habitual en esta época (antes de 1850) el que los botánicos no llegaran a publicar sus obras, con lo que sus manuscritos, de haber tenido la fortuna de sobrevivirles, han tenido poca difusión. Por ejemplo, en lo que a briófitos nos atañe, tanto Agustín Xarne, farmacéutico de Villarluengo (Plantas del término de Villarluengo), como Lorenzo Villiers (Tratado de las plantas que se crían en el Valle de Arán, montañas de Benasque y de Conesa) escribieron manuscritos que terminaron en poder de la familia Boutelou en Sevilla (según Pardo Bartolini 1861, en el prólogo de Flora Cesaraugustana y Curso Práctico de Botánica), pero la difusión de sus citas no se generalizó hasta la recopilación de Colmeiro (1867), quien como Director del Jardín Botánico de Madrid, tenía acceso privilegiado a esta información.

En esta primera mitad del siglo XIX, destaca Mariano Lagasca (Encinacorba 1776 - Barcelona 1839), probablemente el botánico aragonés más conocido y universal. Este autor, sin embargo, no dejó nada escrito sobre briófitos, pero la inclusión de su nombre como recolector en la recopilación de Colmeiro (1867), da prueba de que no ignoró los musgos en sus herborizaciones.

Entretanto y de manera totalmente independiente a la escena botánica española, a mediados del XIX aparecen las primeras aportaciones de autores europeos que tomaron los Pirineos, particularmente su vertiente norte francesa, como objetivo de sus exploraciones. El inglés Richard Spruce protagonizó la primera incursión en el Pirineo español, brevemente en Panticosa y de forma más pausada en los alrededores del Puerto de Benasque, alcanzando el glaciar de La Maladeta. Contribuye con 20 especies de briófitos, todas ellas novedades para la briología aragonesa, algunas de ellas muy interesantes como Mielichhoferia mielichhoferiana, Gymnomitrion concinnatum o Hypnum callichroum (Spruce 1849).

Unos años más tarde, el alemán Karl Müller incluye 14 taxones más recolectados por J. Lange, también en los alrededores del Puerto de Benasque (Müller 1854).

En 1864, el francés Jeanbernat publica sus recolecciones nuevamente del Puerto de Benasque, un paso de montaña muy popular en la época. Entre sus trece nuevos taxones se incluyen algunos tan interesantes como Hylocomiastrum pyrenaicum.

Por su envergadura, destaca el trabajo del sueco Zetterstedt (1865), con 95 taxones recogidos en un amplia área alrededor del puerto de Benasque, entre ellas las primeras citas de los género Andreaea, Paraleucobryum o Timmia, así como varias especies de interés como Blindia acuta o Grimmia mollis.

Hasta final de siglo se suceden las aportaciones, en general poco numerosas pero de especies muy significativas (Amphidium lapponicum, Hypnum procerrimum) de diferentes autores (Schimper 1876, Renauld 1878-1885, Jeanbernat & Renauld 1885); para acabar el siglo con el francés Husnot (1884-1894), quien recopila 59 taxones pirenaicos en su Muscologia Gallica.

Las contribuciones de autores extranjeros fuera del área de los Pirineos son de muy escasa consideración (Juratzka 1867, Geheeb 1877 y Röll 1897) todas hechas en distintos puntos de Teruel.

Mientras tanto en España, la actividad más potente fue llevada a cabo por Francisco Loscos Bernal (1823 - 1886) y José Pardo Sastrón (Torrecilla de Alcañiz 1822 - Valdealgorfa 1909), junto a varios de sus colaboradores, dentro de lo que se conoce como Escuela Botánica Aragonesa. Esta escuela se diferenció de las de Madrid y Barcelona, únicas existentes en la época, por su falta de apoyo institucional y por ser llevada a cabo por en su mayoría farmacéuticos rurales, con todas las dificultades que el mundo rural suponía en aquella época de comunicaciones aún difíciles y escasas.

Francisco Loscos fue alumno de Florencio Ballarín en Zaragoza, siendo éste a su vez alumno de Echeandía, y quien constituyó pues el puente entre los botánicos del siglo XVIII y los de la Escuela de Botánica Aragonesa en la segunda mitad del siglo XIX. Como farmacéutico, Loscos ejerció en Chiprana, Castelserás, Calaceite y Peñarroya, todos ellos en Teruel, en cuyas proximidades efectuó sus herborizaciones. Por su parte, José Pardo Sastrón había sido alumno de Manuel Colmeiro en Barcelona, ejerció la farmacia también en Teruel, en Torrecilla de Alcañiz, Valdealgorfa, La Codoñera y Castellote.

Ambos juntos, gracias a los pecunios del alemán Mauritio Willkomm a quien recurrieron tras no conseguir en España el dinero suficiente para publicar la obra que habían preparado, publican en 1863 la Series inconfecta, con 69 taxones que incluyen una treintena de novedades, con muchas especies xerófilas nuevas, como Aloina spp., Crossidium spp., Acaulon spp., Pterygoneurum ovatum y Riccia lamellosa.

La respuesta de la Botánica oficial de la época, capitaneada por el Director del Real Jardín Botánico en Madrid, Manuel Colmeiro (1816 - 1901) fue la Enumeración de las Criptógamas de España y Portugal, que recopila 85 taxones, con una veintena de novedades, alguna muy dudosa como Hookeria lucens. Recogió fundamentalmente los trabajos de Pardo y Loscos, junto con los de Asso y Echeandía. Debido a su posición como director del Real Jardín Botánico, pudo utilizar manuscritos inéditos como el de Xarne y Villers, y datos de uno de sus predecesores, Lagasca, entre otros, así como el trabajo de K. Müller (1854) con las citas de J. Lange.

En esta época, se publica la Serie imperfecta de las plantas aragonesas espontáneas de Loscos y Pardo (1867), trabajo que amplía la Series Inconfecta hasta 92 taxones, mientras que su área de estudio sigue siendo las distintas localidades de Teruel exploradas por ellos mismos. Incluye alguna cita de Asso, Willkomm y Echeandía.

En 1870 aparece una nueva recopilación, en esta ocasión de las Criptógamas de la Península Ibérica por Mariano del Amo y Mora (1850 – 1892) y, posteriormente, Loscos ya sin su colega Pardo, recopila todos sus trabajos en 1886 en su Tratado de las plantas de Aragón, donde reúne más de un centenar de taxones, por último, la saga de las enumeraciones finaliza con la de Colmeiro (1889), con 148 taxones para Aragón.

Aunque fueron publicadas ya en los primeros años del siglo XX, incluiremos en esta época el último trabajo de Pardo, su Enumeración de las plantas de Torrecilla de Alcañiz, que no aporta novedades para el catálogo (Pardo 1903), y el trabajo de Benito Vicioso (Calatayud 1850 - Zaragoza 1929), también farmacéutico, quien recogió material en una zona inexplorada hasta entonces (Moncayo, Vicort, Campiel, Anchís y Calatayud), compilando 23 especies, de las que tan sólo una era novedad para el catálogo aragonés (Vicioso 1902).

En resumen, al finalizar el siglo XIX y compendiando tanto la información de Pirineos aportada por autores extranjeros y la de los botánicos españoles, de Aragón ya se conocen 290 briófitos. Sin embargo, en este momento todavía no existía una obra publicada que reuniera toda esta información.

La primera mitad del siglo XX

Es en este siglo cuando se da un cambio fundamental: la especialización del briólogo, representado entre los botánicos españoles por el gallego Antonio Casares Gil.

Durante la primera mitad del siglo XX, se dio un estancamiento en el conocimiento de los briófitos de Aragón. Destaca el trabajo del francés Tonglet en las partes altas del Moncayo (Tonglet 1903 a), donde se dan algunas interesantes especie como Ptilidium ciliare.

Dixon (1905), Luisier (1913), Zubía (1921), Husnot (1922), Cámara (1950), Cortés (1950, 1957), etc., van desgranando un larga serie, pero poco destacable en número, de novedades para el catálogo aragonés.

El gran briólogo de la época, Antonio Casares Gil (Santiago de Compostela 1872 - La Coruña 1929) apenas recorrió Aragón y se limitó a incluir en sus trabajos de la Península Ibérica la información ya disponible, principalmente desde Loscos y Pardo.

El matrimonio francés Pierre y Valia Allorge, otras de las grandes figuras de este tiempo, pasó unos días en Panticosa y realizó algunas herborizaciones en algunos puntos, pero su aportación en esta época no es muy importante puesto que se concentraron más en otros lugares de la Península Ibérica.

Con todas estas aportaciones, en 1950 el número de briófitos conocidos para el catálogo aragonés había ascendido ya a 344 taxones.

Las cosas en la segunda mitad del siglo van a cambiar radicalmente con la aparición de briólogos españoles muy entusiastas y con gran interés en la florística de los briófitos.

La segunda mitad del siglo XX

En los años 50 y 60, el conocimiento de los Pirineos experimenta un fuerte avance gracias fundamentalmente a los trabajos de Creu Casas (Barcelona), por entonces en la Facultad de Farmacia, en colaboración con Valia Allorge, ya viuda (Museo Nacional de Historia Natural, en París) (Casas de Puig 1956, 1960; Allorge & Casas 1962). El valle de Ordesa, Bielsa, valle del Esera y sierra de Chía son los objetivos principales de estos estudios, que suponen más de 100 novedades para la brioflora aragonesa.

La década de los 70 supone un gran incremento en el número de trabajos publicados (quince frente a los 6 y 5 en los 50 y 60, respectivamente). Destacan los estudios que abren y cierran la década (Casas 1970 y Casas & Brugués 1978(80)) sobre la brioflora de Los Monegros, con interesantes aportaciones como el género Riella. Comienza también el estudio contemporáneo de la provincia de Teruel, en la proximidades de Titaguas y en la sierra de Albarracín (Casas et al. 1976; Casas de Puig et al. 1977).

Los años 80, con 37 trabajos que incluyen alguna mención de briófitos aragoneses, suponen la adición de un centenar de nuevas especies para el catálogo. Los trabajos de mayor envergadura versan sobre Teruel: sierras de Javalambre y Gúdar (Casas de Puig et al. 1982), sierra Palomita (Casas & Puche 1985) y puertos de Beceite (Casas, Cros et al. 1985). También el Moncayo en Zaragoza es objeto de atención (Casas et al. 1984), 80 años después de las notas de Tonglet. Por su parte, los Pirineos Centrales son objeto de una recopilación que incluye numeroso material original (Casas Sicart 1986), dando para Huesca 370 taxones que incluyen una treintena de novedades.

Los años 90 reúnen 61 trabajos que sin embargo aportan ya sólo un pequeño número de novedades (unas treinta). Entre otras cosas, destacan la aparición de dos especies del género Orthotrichum recientemente descritas: O. vittii (Lara et al. 1999) y O. hispanicum (Lara et al. 2000). En el capítulo de recopilaciones, figura la de Los Monegros (Brugués 1998-99), dentro de una monografía sobre la biodiversidad de este área (Boletín de la Sociedad Aragonesa de Entomología nº 24). Por último, resaltaremos la revisión del Herbario de Aragón de Francisco Loscos por parte del equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona (Casas et al. 1995), con el resultado de la confirmación de la gran mayoría de sus determinaciones, algo que confirma la valía de su autor.

En los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, por iniciativa del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón se abordan estudios encaminados a conocer la realidad y la situación de la brioflora aragonesa. Primeramente, se realizaron estudios concretos sobre especies de la Directiva Hábitat y otras consideradas amenazadas de las que existían citas en Aragón (Infante Sánchez, M. & Heras Pérez, P. 1999. Estudio para la determinación del estado en Aragón de las poblaciones de cuatro especies de briófitos incluidas en el Anejo II de la Directiva de Hábitats: Hamatocaulis vernicosus, Orthotrichum rogeri, Buxbaumia viridis y Riella helicophylla. Informe técnico inédito. Servicio de Vida Silvestre. Dirección General del Medio Natural. Departamento de Agricultura y Medio Ambiente. Diputación General de Aragón. Infante Sánchez, M. & Heras Pérez, P. 2000. Estudio para la determinación del estado de seis especies amenazadas de briófitos en Aragón: Crossidium aberrans, Pottia pallida, Pterygoneurum sampaianum, Pterygoneurum subsessile, Riccia crustata y Riella notarisii. Informe técnico inédito. Servicio de Conservación de la Biodiversidad. Dirección General del Medio Natural. Departamento de Medio Ambiente. Diputación General de Aragón). Más tarde se elaboró un trabajo más completo y concienzudo, que perseguía la confección de un catálogo florístico de los briófitos aragoneses y conocer las especies amenazadas de una forma más ajustada a la realidad de Aragón, así como la detección de las áreas de interés briofítico (Infante, M. & Heras, P. 2003. Briófitos de Aragón: Catálogo, Lista Roja y Puntos de Interés Briológico. Diputación General de Aragón. Informe técnico inédito). Este último trabajo, junto con recolecciones y prospecciones de los autores, permitió reunir la información producida durante más de 200 años de investigaciones briológicas en Aragón.

Con ello, a inicios del siglo XXI se produjo el primer catálogo de los briófitos de Aragón, que se componía de 674 taxones, referenciados en 175 publicaciones (Infante & Heras 2003).

Más tarde en 2004-2005, también por iniciativa del Gobierno de Aragón, esta vez a través del Departamento de Medio Ambiente del Servicio Provincial de Huesca, se efectuó el estudio de los briófitos del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara (Infante Sánchez, M. & Heras Pérez, P. 2007. Briófitos (musgos y hepáticas) del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara. Col·lecció Pius Font i Quer, vol. 5. Diputació de Lleida / Institut d’Estudis Ilerdencs. Lleida. 238 pp.).

La elaboración de la parte de briófitos para Atlas de la Flora de Aragón ha permitido reunir la nueva información producida durante los últimos años y actualizar el Catálogo Briológico de Aragón, que en este momento cuenta con  691 taxones y viene apoyado en 267 referencias bibliográficas.